Hijo de padres judíos de procedencia húngara, Karl Kovacs nació en Viena el 8 de febrero de 1907. De niño vivió en Nussdorf, un pueblo ubicado en las inmediaciones del río Danubio. (En este mismo Nussdorf se encontraba el domicilio preferido de Beethoven). Allí vivió Karl Kovacs y fue a la escuela primara hasta que cumplió los doce años.
Después de la guerra y de la muerte del padre en el año 1919, la familia, es decir, la abuela, la madre, Karl y su hermano menor Erwin se mudaron a Baden, muy cerca del bosque de Viena.
En la escuela secundaria de ese lugar, gracias al maestro de arte, profesor Friedrich Thetter (1877-1955), a los niños se les abrió un nuevo mundo. En Baden y en Viena, una ciudad abierta al arte, había muchas galerías. Los cuadros, en modernos estilos artísticos, inspiraron a Karl quien comenzó a desarrollar su propio estilo artístico. Cuando con doce años le mostró por primara vez sus propias pinturas a su venerado maestro, este lo animó a traerlas regularmente.
Friedrich Thetter no sólo era pionero en la pedagogía artística, sino también un antropósofo activo. Aquellos años -desde 1919 hasta 1925-, en los que los muchachos se desarrollaron hasta terminar el bachillerato, también fueron los últimos años de vida de Rudolf Steiner. Se trató de una época en la que se fundaron muchos organismos nuevos (la trimembración del organismo social, las escuelas Waldorf, la enorme construcción del primer Goetheanum -de la que participaron artistas de diecisiete países presentando un estilo artístico totalmente nuevo- fue inaugurado un nuevo enfoque de la medicina y de la euritmia curativa, fueron dadas muchas conferencias para médicos y estudiantes de medicina, fue instituida la Comunidad de Cristianos, el curso de agricultura biodinámica y la pedagogía curativa). Ese nuevo espíritu se reflejaba en este maestro y en la manera como enseñaba. Friedrich Thetter les mostró a Karl y a su hermano el principio de la metamorfosis; en general los relacionó con las bases de un crear artístico y en particular con Goethe.
La amistad con el profesor Thetter perduró incluso después de la escuela cuando comenzaron a formar parte de grupos de estudios comunes y luego mantuvieron la amistad por décadas mediante el intercambio de cartas. Aunque desde 1928 Karl trabajó como empleado de oficina para su tío, quien era comerciante mayorista e importador de mercancías de los países coloniales; sin embargo, en el fondo, aquellos años fueron un incansable estudio de algo que se abría paso en él a través de la Ciencia Espiritual de Rudolf Steiner. También conoció a Karl Koenig y a Hans Erhard Lauer con quienes realizó un trabajo antroposófico conjunto. Además, seguía pintando con toda naturalidad.
Cuando en el año 1938 la anexión de Austria por Hitler era inminente, Karl, a modo de protesta, renunció a su ciudadanía austríaca y se unió a los aliados. Un primo, que tenía una granja en Kenia lo invitó a que fuese a trabajar allí. Así fue pues con su pasaporte británico y con el nombre Charles a Kenya. Durante algún tiempo supervisó, como único hombre blanco, un aserradero. En ese tiempo dibujó toda una serie de representaciones de la Pietá-en el dorso de las tarjetas comerciales-, todas diferentes entre sí.
A comienzos de la Segunda Guerra Mundial Charles Kovacs se presentó como voluntario en la Armada Británica, solía decir, no sin orgullo, que él había luchado en la Octava Armada contra el Ejército Africano del general Rommel. Fue herido en una pierna y después de que se hubo curado, gracias a sus conocimientos del idioma alemán, estuvo a cargo de la supervisión de los campos de prisioneros. Así fue como a partir de entonces pudo ocuparse de muchos jóvenes que dentro de los alambrados empezaron a dar los más variados cursos desde la memoria. Gracias a la gestión de Kovacs, llegaron grandes envíos de libros de la Cruz Roja para los prisioneros. Y, en 1943, mientras que en Stalingrado era derrotada toda una armada alemana, en los campos de prisioneros de África la vida era intensa. Entre los prisioneros había muchos músicos, de modo que hasta tuvieron conciertos de orquestas y también “lecturas del Fausto“ a las que concurrían centenas de personas.
Una vez terminada la guerra, los campos de prisioneros se disolvieron (hasta ese momento se había podido ver el monte Sinaí iluminado por la puesta del Sol). Ahora los prisioneros de guerra eran enviados a trabajar lejos de allí, al “desierto occidental”, una pequeña ciudad en las cercanías de Alejandría, puesto que los prisioneros de guerra alemanes no podían regresar a su patria porque no había barcos disponibles (las tropas británicas, que estaban regresando de la India, tenían prioridad). A Kovacs, gracias a sus conocimientos del idioma alemán, le encomendaron controlar el correo.
Al joven que durante la guerra había dado cursos en el campo de prisioneros sobre historia de la música, sobre la expedición al Polo Norte de Fridtjof Nansen, sobre la fuerza atómica, que había organizado la orquesta, y leído el rol de Margarita y de Mefistófeles en las lecturas de Fausto, Kovacs una vez le preguntó: “¿sus padres son antropósofos?” y cuando respondió afirmativamente, le preguntó: “¿le interesaría recibir literatura antroposófica?”. Como el joven había asentido, Kovacs, pasados algunos días, lo llamó a su despacho y le entregó la Ciencia oculta y la Filosofía de la Libertad de Rudolf Steiner como obsequio de la rama antroposófica de El Cairo, de la que Charles Kovacs formaba parte.
Finalmente, en abril de 1948, pudieron regresar a casa 2000 prisioneros de guerra alemanes. Charles también sintió que su período africano había concluido.
El escrito oficial del servicio de guerra otorgado a Charles Kovacs, dice : “Este hombre es de absoluta confianza, su inteligencia y sus dotes lingüísticos son sobresalientes. Habla fluidamente alemán e inglés y tiene buenos conocimientos del idioma francés. Es extremadamente enérgico e incansable en el trabajo. Sabe organizar y conducir un grupo de colaboradores. Ha cumplido con todas sus obligaciones y superado los límites de lo esperado.”
En abril de 1948 Charles Kovacs fue a Londres. Un pariente que exportaba telas “made in England” necesitaba a alguien que se hiciera cargo de la oficina en el “Golden Square” de Picadilly. Kovacs trabajó durante 8 años en esa empresa. En los grupos de estudios antroposóficos conoció a Dora Langleben (1916 – 2010), con quien se casó a los pocos meses de haberla conocida.
El 1º de enero de 1950, justo al comienzo de la segunda mitad de este tan significativo y terrible siglo XX, Charles dio su primera conferencia pública en Londres. Habló sobre El Problema del Mal partiendo del principio de la metamorfosis: sólo vemos como van apareciendo formas nuevas, pero las fuerzas que conducen las formas existentes a otras nuevas, no las vemos, son invisibles. Así era con los motivos de las columnas del primer Goetheanum, la segunda columna era la metamorfosis de la primera, la tercera de la segunda. Lo invisible, aquello que genera la nueva forma, llega desde otra parte. ¡Entre las columnas estaban las ventanas! Así también es después de la muerte, los frutos del pasado -en la medianoche cósmica- son transmutados en semillas para el futuro. Y esto también sucede con el mal, en ese momento único en el cual lo más sublime del individuo humano, en total entrega se une a lo divino eterno y descansa en ello, se manifiesta lo oculto, lo potencialmente bueno del mal, y entonces irradia, tal como dice en el Prólogo del Evangelio de Juan “la luz en la oscuridad”. Los romanos tenían la imagen de Jano, una criatura con dos cabezas, en la que del pasado surge algo nuevo, nuestro futuro. De allí también surgió el nombre del primer mes del año: Januar (en alemán). En su teoría de los colores, Goethe habla de una “lucha entre luz y oscuridad”, y del arco iris que surgió al fin del diluvio, y del fenómeno del ojo humano que posee la capacidad de generar colores complementarios en su interior.
Un miembro del grupo de estudios de Londres fue el contacto mediante el cual se le propuso a Charles ser maestro en la escuela Waldorf de Edimburgo. Así fue como en 1956 la pareja Kovacs se mudó a Edimburgo. Charles preparó sus clases por escrito. En un futuro este material formaría la base de numerosas publicaciones pedagógicas de la editorial Floris Books. Su esposa tomó a su cargo el Jardín de Infantes. Charles compuso poemas y canciones y allí, en medio de ese clima, florecieron sus aptitudes pictóricas. Por aquellos años, siguió profundizando los conceptos de la ciencia espiritua, dando numerosas conferencias y nunca dejó de pintar. Charles Kovacs fue una de las personas más importantes de la Escuela Waldorf en la que trabajó activamente hasta su jubilación en 1975. .
Algo digno de ser destacado fue su encuentro con Albert Steffen, que tuvo lugar en mayo de 1951 en Florencia. Al poco tiempo, Albert Steffen viajó a Londres y visitó el museo y las pinturas de Charles, de las que quedó tan impresionado que propuso organizar una exposición en el Goetheanum con ellas. Charles replicó: “Mis pinturas no son lo suficientemente buenas para una exposición”. Steffen afirmó: “Son lo suficientemente buenas”. A esto respondió Charles: “Sobre esto yo tengo un mejor criterio que usted, señor Steffen”, cosa que ofendió muchísimo a Steffen. A pesar de todo, al año siguiente incentivó a Charles a dar una conferencia con motivo del 500 aniversario del nacimiento de Leonardo da Vinci.
Charles aceptó la propuesta y para Pentecostés de 1952 dio una conferencia en la que abordó la famosa e inexplicable sonrisa de la Mona Lisa. En pocas palabras dijo: la naturaleza siempre es bella. También un cocodrilo un águila, una víbora son bellos. Todo tiene su propia lógica, su propio estilo, es perfecto a su manera. Sólo el ser humano puede chapucear, estropear las cosas, puede fracasar por decir así, y realmente producir cosas feas. Pero es justamente por eso que el ser humano puede crear algo muy propio mediante una obra de arte, al presentar algo espiritual en lo físico-sensorio. Y eso es algo que no existe en la naturaleza. Y no obstante, dicha obra de arte siempre aparecerá como un intento de señalar hacia algo superior. Debido a que el ser humano es un ser eterno, pero limitado por el espacio y el tiempo, en realidad su tarea es doble, por un lado tiene la tarea de poner a disposición toda su vida, su fuerza y su ser para aquello que tiene que crear aquí, y por el otro, no debe tomar demasiado en serio su existencia terrenal, porque él, como la obra de arte que es capaz de crear, en realidad sólo es “un segmento” de una totalidad. Y probablemente la sonrisa de la Mona Lisa también señale hacia esa dualidad.
Cuando en 1983 algunos maestros Waldorf y un grupo de euritmistas alemanes visitó Edimburgo, Charles Kovacs tomó la oportunidad para hablar de nuevo sobre el Apocalipsis de San Juan y esta vez ¡en alemán!
En el año 2000, respondiendo al pedido de amigos, mandó sus notas de clases a la Argentina. En diciembre del mismo año sufrió varias contrariedades y recibió la extremaunción. Pero, habiéndose recuperado de manera asombrosa, en junio del 2001, aún pudo dictar cuatro conferencias sobre el cuento “La Serpiente Verde y la bella Lilia” de Goethe que aún lo motivaba. Todavía vivió el atentado del 11 de septiembre del 2001 y poco después, el 9 de octubre de 2001, murió.