Posted by on Dic 6, 2017 in Artículos | Comentarios desactivados en Los pastores

Los pastores

Los pastores

Charles Kovacs

 

El relato del nacimiento de Jesús tal y como lo describe Lucas en su Evangelio, ha conmovido los corazones humanos durante siglos. Las circunstancias humildes del nacimiento del Redentor apelan a algo en nosotros que nos une a todos los seres humanos. Apelan al aspecto universal de lo humano en nosotros.

Esto no cambia, si agregamos lo que dice la Ciencia Espiritual de este niño cuyo nacimiento se describe en el Evangelio de Lucas. El alma de este niño, a diferencia de la de otros seres humanos, nunca antes había encarnado. Había permanecido en el mundo espiritual y fue preservado de La Caída. Esta alma no fue afectada por “el pecado original”. Lo que hay en este niño, es el alma de la humanidad “en su primordial inocencia”, en su bondad natural, no afectada por la tentación de Lucifer y la consiguiente Caída.

Al ser conscientes de la naturaleza de este niño, no puede ser casual que los primeros hombres que lo adoraron fueran pastores. Se nos cuenta que fueron enviados Ángeles para anunciar su nacimiento; que llevasen este mensaje a pastores no puede tratarse de una preferencia casual.

Para la tradición judía, en la tradición del Antiguo Testamento –y Lucas, el autor del Evangelio, seguramente la conocía– el pastor no es simplemente un oficio, es un símbolo.

No es casual que Moisés, en la etapa de su vida en la que Dios le habló desde la zarza ardiente para encomendarle su misión, era un pastor. Que los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob o fuesen pastores, no se trata de un detalle menor. A esto sumemos que el salmo del Rey David más conocido y amado versa:

“el Señor es mi Pastor” (Salmo 23)

Con respecto al símbolo del pastor, en realidad existía una tradición oculta. Para comprender su significado, debemos remontarnos a la historia de Caín y Abel, los hijos de Adán y Eva.

Se dice que Caín era un campesino, que cultivaba la tierra y que Abel era un pastor. Ahí, en las diferentes labores de ambos hemos de buscar el significado oculto. En una conferencia dada en la escuela esotérica, Rudolf Steiner habló del trasfondo oculto de esta leyenda.

Caín cultiva la tierra, siembra la semilla y recoge las cosechas. Cuando lo hace, transforma la tierra, el mundo físico. El impulso de Caín conduce al hombre al mundo físico. Abel cuida las ovejas, no transforma la tierra, a él no le interesan los logros en el mundo de la materia, él eleva su mirada al mundo espiritual y deja la tierra como es.

El impulso de Caín que se dirige hacia la tierra, ineludiblemente lo pone en contacto con fuerzas lucifericas y ahrimánicas. Por otra parte, Abel anhela la pureza y la bondad de la naturaleza humana, tal y como había estado antes de la Caída. Abel eleva su mirada hacia aquél Ser que más tarde nacería como el niño Jesús del Evangelio de Lucas.

Queda claro que Caín y Abel representan dos aspectos d la naturaleza humana, dos aspectos que están en cada alma humana. En cada uno de nosotros hay un Caín y un Abel. En la gran mayoría de nosotros el impulso de Caín es más fuerte y casi todos los días Abel es superado por su poderoso hermano.

Mas en todas las épocas y en todas las naciones ha habido personalidades portadoras del impulso de Abel. Siempre que aparecieron han sido considerados “hombres santos”. Y para las comunidades en las que vivieron estos representantes de Abel fueron pastores: mantuvieron viva la certeza de que el ser humano puede ser bueno pues su verdadera esencia primordial lo es. Representando a la religión que representaran, todos ellos predicaban que la fuente inspiradora que los llevó a saber que el ser humano en lo más profundo de su ser es bueno, que la fuerza originaria de este ser cuando llegó su hora encarnó en el niño del que nos habla el Evangelio de Lucas.

Al acontecer este nacimiento, se cumplían los ideales y las aspiraciones de los portadores del impulso de Abel, el de los pastores. Los pastores de los que se nos cuenta en el Evangelio de Lucas, son los representantes simbólicos de esta corriente. Como en cada uno de nosotros hay algo  de este elemento de Abel, podemos sentir profunda afinidad con los pastores y podemos identificarnos con ellos.

Sin embargo, el nacimiento del niño Jesús del Evangelio de Lucas no es solamente el cumplimiento de los ideales, esperanzas y anhelos de la antigua corriente de Abel, sino también el comienzo de algo nuevo que se transporta hasta un futuro muy lejano.

Los portadores del impulso de Abel, los sacerdotes, los profetas, los maestros de lo sagrado y los predicadores, estaban exentos de lo mundano. No podían ocuparse de negocios, o dedicarse al comercio, no fabricaban mercancías, no creaban obras de arte. Todas estas son actividades que pertenecían al mundo de Caín, el mundo de las necesidades y los deseos físicos, el mundo de lo profano, secular. Y esta división muchas veces sigue existiendo hoy. Mas, no es algo que deba perdurar por siempre.

En el Evangelio de Lucas esta división salta a la vista en varias ocasiones: cuando Cristo fue reprobado porque se juntó con personas que según las normas de aquel tiempo se ocupaban de trabajos “profanos”. ¿Qué hacía él, un hombre santo entre los pecadores?

A estos reproches y acusaciones Él responde con parábolas, entre ellas, las del capítulo 14 del Evangelio de Lucas, y con lo que sigue, con la parábola que es como el núcleo del cristianismo: la parábola del Buen Pastor. Este pastor deja a su rebaño para buscar a la oveja perdida. Cuando la encuentra, lo pone sobre sus hombros y la lleva de regreso al hogar. Esta parábola es fácil de entender. Pero tiene otro significado que s mucho más profundo y hace a la cuestión en el contexto mencionado.

Mediante el Misterio del Gólgota Cristo se ha unido a la Tierra. Por este Acto, la Tierra ha sido santificada. Desde aquél día en el monte Gólgota, ha cambiado hasta el aura de la Tierra. Mas, si esta Tierra en la que vivimos ha sido santificada por Cristo, esto significa que también existe la posibilidad de que el trabajo en la Tierra, para la Tierra, el trabajo para la existencia terrenal, pueda ser santificado, pueda volverse sagrado.

Aún estamos lejos, mas llegará la hora en que habrá un nuevo Sacramento: el Sacramento del Trabajo. Entonces el trabajo no será para ganar dinero por la satisfacción personal, sino será como un Servicio a Cristo y a la Hermandad Humana. Y el trabajo será a su vez un Acto de Adoración.

 

Hoy esto puede parecer utópico, pero esa es la dirección en la que va el impulso de Cristo, el impulso del Buen Pastor. Y este impulso es más grande y más fuerte que todo lo que a Él se opone.

Llegará el nuevo Sacramento y entonces la división entre el mundo profano de Caín y el mundo sagrado de Abel habrá desaparecido y será reemplazado por el impulso del Buen Pastor.

Este es el impulso que llegó a la existencia terrenal en el pesebre de Belén. Parece natural que los hombres elegidos para darle la bienvenida hayan sido pastores.