Estar solo, elegir estar solo…
no siempre es lo mismo que vivenciar el aislamiento, sentir que el alma se ha ido aislando
Al ser humano lo caracteriza la cualidad de ser un ser sociable.
Todos hemos vivenciado alguna vez el sentirnos abandonados… todos alguna vez hemos sentido el dolor del abandono… pero, qué sucede cuando no queremos asumir ese dolor… por ejemplo cuando durante un tiempo notamos que nos vamos quedando solos, que los vínculos más importantes de nuestra vida se han ido alejando, por causas que no siempre podemos comprender… Pudo haber comenzado en la época de la pandemia y luego pudo haberse intensificado por mudanzas… decesos… o simplemente alejamientos… porque hemos cambiado nosotros o ese ser querido descubrió otra senda en la que no desea tu compañía.
Nadie, ninguna persona puede asegurar que nunca ha transitado una época difícil. A veces, elegimos no tomar nota de esto, y nos dedicamos más, nos aplicamos, nos esforzamos… aunque allí dentro, en lo profundo sentimos que algo no va bien…
¿Cómo asumir esto? La respuesta más atinada es tomar nota y saber:
sí , hoy, o estos días no estoy bien.
Esto puede parecer banal, pero no lo es.
“Hoy me siento solo/sola, me siento más vulnerable… “ me permito sentir el dolor de la soledad, o del abandono o del rechazo que vivencié en una o varias ocasiones”.
Sentir esto de: se canceló el encuentro… me duele (mucho) que estas dos personas se unan y yo quede excluído/escluída. Eso duele… Sentir esto no te mata… seguro es fuerte, pero no te mata.
El segundo paso… es un poco más fuerte…
La Biblia se compone de dos partes: el antiguo testamento y el nuevo testamento. El nuevo testamento relata la vida con Jesús. En el antiguo testamento se relatan las experiencias que han tenido diversos profetas con Dios… En el cap 17 de Jeremías… habla Dios: maldito el hombre que se apoya en la carne, que se apoya en otro hombre y cuyo corazón se aparta de su Señor… es como un arbusto inhóspito en el desierto y nunca ve llegar la lluvia … permanece en tierra inhóspita, salina, en la que nadie habita. Bendito aquél que en el Señor confía … y que en Él espera… es como un árbol que crece cerca del agua y que extiende sus raíces hacia el arroyo, no tiene nada que temer incluso cuando llega el calor y durante el año perdura sin preocupación alguna, sus hojas siguen verdes.
Aquí… se está describiendo dos modelos de vida, uno que no trae nada bueno. Y ¿qué es lo que no atrae lo bueno? Un hombre que confía en el hombre… Esto parece ser una banalidad pero no lo es… un hombre que confía en Dios es como un árbol con raíces profundas… por lo que cuenta con suministro de agua, incluso en un año de sequía.
Pensemos en los miles, en los millones de personas que quedaron aisladas en tiempos de pandemia… no estuvo en nuestras manos… esto de haber perdido contactos… de vínculos que se han desvinculado… personas que se han alejado, mudado, que han ido a otras tierras.
Tal vez … te has cambiado de ciudad.. tienes la sensación y la vivencia de no conocer a nadie… o te quedas solo en tu lugar y extiendes tus raíces, pero nada llega… Aquí tenemos la imagen del hombre que pone la esperanza en otros (que otros le acerquen soluciones, alimenten su alma). Este siempre vivenciará desilusión.
Cuando estás aislado, solo, crees que la solución es otro ser humano…
… si alguna vez llegara ese buen amigo… si alguna vez llegara una persona que verdaderamente fuese pasible de que ese vínculo prospere como amigo… como pareja…
… cuando más intento ser aceptado… reconocido… centro de atención en un grupo… tener muchos contactos… más dependiente llego a ser de que se me confirme desde afuera… y más grande el vacío de mi interior…
Necesito tener una posición un lugar propio, un lugar en mi interior en el que mis raíces se anclen desde mi interioridad conmigo… tanto si crees o no en Dios… en la Biblia leemos que la raíz más profunda se logra en el vínculo con Dios. Incluso si no crees en Dios, puedes percibir que es más real enraizar en uno mismo, con sus propias imágenes, pensamientos, vivencias que buscar ser aceptado en el afuera, en el otro. Esta es la lección más dura y más difícil.
Serían tres momentos:
El primer momento: aceptar (dejar de escapar) aminorar la marcha, mirarse.
El segundo punto: desde qué lugar de ti mismo has extendido las raíces hacia afuera (hacia los otros) y has esperado o sigues esperando algo de otros seres humanos. De ser así, tal vez ha llegado el momento de ir más a lo profundo.
Existe un punto de soledad en ti… al que no llega ningún ser humano
Da igual, si tu pareja es importante, da igual si te ocupas de tus amigos, de tus hijos, de tus vecinos… esto llega solo hasta cierto punto … Uno puede estar agradecido por los amigos, por la pareja, por los hijos …. Pero hay un lugar dentro de cada uno de nosotros, al que no llega ningún ser humano porque tú eres más profundo que tu yo social. al que no llega otro ser humano porque tú eres más profundo que tu yo social.
En ti hay un lugar secreto, un lugar muy recóndito en tu corazón, es un jardín secreto… Creo que Dios quiere vincularse contigo en ese el lugar. O… dicho de otra manera, es el lugar en el que te está esperando el tú divino que eres.
Y el tercer punto que puede llegar a llevarnos a un mejor entendimiento o tal vez a una resolución… es: nosotros, los seres humanos somos los únicos que podemos decir yo (cuando lo decimos, queda claro que nos referimos a nosotros mismos, todos lo entienden), no lo dicen los animales, no lo dicen las plantas, no lo dicen las piedras… tampoco el Everest… el Aconcagua tampoco…
Nosotros, los seres humanos aprendemos a decir yo… porque existe un tú (u otro yo). Es decir, podemos decir yo, porque también decimos tú. Y la ultimísima pregunta en este contexto: ¿existe un tú eterno que se corresponda con este yo? O, este yo nuestro sigue quedando solo?… no puede expresarse por completo ante otro. La experiencia de quienes oran es que sí existe un tú.
En la Biblia hay un libro de oraciones… se llama Salmos y en el Salmo 139 el orante dice: Dios, tú me has escudriñado… conoces el secreto de mi corazón… conoces mis pensamientos, incluso antes de que los piense… saber esto, para mí es maravilloso…
Es decir, el orante se asombra al descubrir que existe esta intimidad tan profunda…
Nunca he encontrado un Amor como el tuyo
Nada me consuela más que tu mirada
Silencioso compañero de mis solitarias horas
Amigo presente eres para mí.
Hay épocas de soledad… incluso cuando hay compañeros en el camino… Dios nos acompaña… incluso si no lo sentimos. Él no quita nuestro pesar con un guiño o un simple gesto… aunque a veces deseamos que así fuese…
Pero algunas veces se manifiesta… incluso en estas horas de soledad y profundo silencio… Algunas veces, lo notamos recién después… un tiempo después de haber pasado por horas difíciles… Luego notamos: no estuve del todo solo/a… allí, en ese lugar y en ese momento, estuvo ese tú divino…
Sería deseable que lo descubrieses…
Dios no abandona a ninguno que lo busque…
Es cierto que hay momentos… algunos se extienden por años (a mí me ha sucedido, una o dos veces en la vida) pero en retrospectiva veremos que Dios estuvo… siempre
Él nunca nos abandona
Y llegamos a ver que como humanos todos tenemos cicatrices de heridas de la infancia, de la adolescencia… de la vida misma… todas nuestras heridas son distintas … muchas o casi todas las portamos desde la infancia… incluso en el caso de personas que han tenido padres amorosos…
Pero de todos modos hay cicatrices o heridas… y muchas veces somos como niños que se han perdido en el bosque… social, de los medios electrónicos, de las relaciones interpersonales… y la cuestión es: ¿existe un hogar para el corazón herido? ¿hay un padre, una madre, un hogar? Esto solo lo puede descubrir cada quien para sí mismo.
Esto es algo que no puede resolver otro para uno… es algo que hemos de resolver cada quien para sí mismo. Cuando más esperes de quienes te rodean, de tus amigos, o familiares… estarás sobre-exigiendo a tu entorno social… Puedes preguntar o investigar… cuándo se ha creado esta expectativa en ti… esta expectativa que nunca te llevará a ningún resultado…
El primer paso se da cuando se descubre que este sentimiento de soledad no se debe a que han fallado personas de mi entorno… y cuando descubrimos qué hacer con esta soledad… qué es lo que puedo hacer yo por mí mismo/a… cuando me siento solo/sola… Jesús en el desierto elige confrontar con la oscuridad. Pablo, cuando descubre que había estado persiguiendo a quien en realidad vino a develar el camino… sin pizca de temor… con mucho coraje … sin embargo, en su segunda carta a los Corintios confiesa que estuvo muy triste, cuenta que había sido abandonado y traicionado … y luego dice: ¡alabado sea Dios! El Padre de Jesús Cristo, el padre de la misericordia… y el dios de todo consuelo… él nos consuela para que luego podamos consolar a otros. Es decir… tampoco a él le han sido evitados los días oscuros…
No sabemos por qué lugar tan tenebroso, poco amable, solitario y difícil te ha tocado pasar… el deseo es que tu camino se cruce con personas o literatura que te ayude a conectar con este Padre amoroso que te invita a tu morada dentro de tu propio corazón. Recuerda que el abandono y la soledad es algo que Jesús Cristo conoció… El Padre nos dice: todo aquello que pidiereis en el nombre de mi Hijo, yo os lo daré…
No abandones… persiste… ya llegará el momento de ‘volver a la vida’ tal y como la percibes.
Habrá nuevos compañeros de ruta… la vida volverá a ser bonita… confía.