Valentía
La valentía sólo piensa en el destino y en nada más. Es la fuerza de una voluntad decidida por detrás de cada movimiento y, por lo tanto, el fracaso está lejos de ella. Valentía es cuando tal vez no ves, pero tu corazón sabe, y este conocimiento se torna una luz con la cual logras vislumbrar. Entonces no te detienes. La valentía crece con la vida, pero ella es también la cualidad de un niño que no conoce desafíos y de un adulto que ignora el poder de ellos. Valentía es dar un paso al frente en un área de dificultades, sin una solución en mente, pero, aun así, sintiendo que la victoria está adelante. Es ir con las manos vacías, pero con la seguridad de que la mano de Dios está extendida para conducirte. Valentía es decir lo que crees sin diluirlo, sin desear aprobación alguna, sabiendo que un ideal profundamente concebido es bastante fuerte como para resistir cualquier oposición. Y, si es derribada, la valentía sabrá no recriminar, sino reconstruirse aún más fuerte. La valentía no surge espontáneamente, por ejemplo, en un momento de peligro, sino que es el fruto del esfuerzo consistente en jugar la vida de acuerdo con las reglas y su expresión es la punta de algo enorme, formado a lo largo de los años. Una roca bajo la superficie que, cuando es visible, se convierte en una isla sobre la que otros descansan. Tú sabes cuándo la valentía existe en alguien. Puedes sentirla, y eso hace que confíes en esa persona. Hay también algo emocionante en relación con una persona valiente, ya que parece que todas las circunstancias están en su contra, pero tú sabes que ella vencerá, pues tiene consigo la fuerza de la calidad, que se contrapone a la debilidad de la cantidad. Ella habla menos y hace más; nunca realiza promesas, pues la valentía sabe que, junto con una meta elevada, debe haber una mente inteligente capaz de moverse en silencio, dando un paso a la vez. Valentía es audacia, pero siempre cuidadosa.