Veracidad
Veracidad es ver todo tal como es; no la cosa en marcha, sino el punto de su conclusión. Honestidad es ver las cosas en el camino, enfrentando los desafíos que surgen. La veracidad es siempre una expresión de optimismo, porque las pinceladas pueden ser exactas, pero donde no hay precisión, creada por la honestidad, no hay calidad en el cuadro. De hecho, alguien no preparado para enfrentar cosas pequeñas, nunca estará habilitado para ver el cuadro completo.
En la vida una persona veraz sabe que jamás debería juzgar, a menos que haya entendido el secreto del tiempo; a menos que haya notado cómo funciona la transformación y cómo es que nada está fijo hasta el final. Aquél que es veraz percibe la calma, la realización de las cosas a la distancia, pero nunca inmoviliza la jornada en dirección a aquello, nunca vive como si ya lo hubiera alcanzado, pero siempre lo mantiene consigo.
Una vida plena de veracidad es una vida sin distracciones o atrasos. Ni siquiera las cosas que brillan atraen los ojos. Hay firmeza, destreza, economía y también humor, porque el humor viene del contraste entre cómo es el cuadro y cómo será en el futuro.
Así, la veracidad es sí es un regalo dejado en tu regazo. Algo particular, muy profundo. Es conocer la duración entera de tu trayecto a través del tiempo. Y ese conocimiento viene sólo para aquellos que están abiertos. Cuando existe apertura entre las personas, cordialidad, amor, confianza, entonces, en los silencios entre palabras el cuadro se completa. Zonas borrosas se tornan repentinamente claras y plenas de vida. Nada puede agregarse a un cuadro cuando, en una relación existe decepción. Te quedas encallado en la superficie de la vida. La honestidad entre personas es una apertura hacia Dios.